Thursday, November 1, 2007

Fragilidad

Flores dibujadas en el marco de la puerta, en los cajoncitos de los muebles, en las cajitas de madera en las que guarda el té de yuyos de la selva de la India. Como si su existencia fuera en primavera.

Ella no lo sabe.

Prefiere esta agonía tibia que ella llama vida, el libro "Las 48 diferentes maneras de respirar" apilado entre otros sobre el estante, en el sótano el vestido de casamiento de su abuela. La señora del almacén va a festejar el año nuevo en un restaurant, y claro, si se pasa todo el día encerrada en ese almacén, que salga por lo menos una vez al año.

Ella no entiende nada.

Prefiere usar palabras misteriosas, como si el misterio fuera dulce de frambuesas. Cree que lo importante es la conjunción de los astros, el pan casero y el Tai Chi Chuan. Y la sabiduría celta, la cual no entiende muy bien de qué se trata, pero sabe que nunca falla.

El tiempo pasa, y ella no aprende nada.

El miedo, como un intruso, toca a su puerta de vez en cuando. Ella mira por la rendija y no lo reconoce, por eso no le abre. Cree que es equivocado. Si mirara mejor, talvez encontraría una expresión familiar, una razón para abrirle. Pero ella prefiere sonreír, y seguir hablando del misterio. Si realmente supiera lo que es el misterio, si lo pudiera sentir por un instante, huiría despavorida de esa casa.

Ella no quiere ver que a sus espaldas hay un escenario que se desarma para dar lugar a otro, que se arma rápidamente, aunque en silencio.

No sabe que en unos pocos minutos, su pequeña y frágil vida se convertirá en una odisea.

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