Saturday, September 15, 2007

Más

Piden más. Siempre quieren más. Dicen que no les alcanza, no se dan cuenta.

Son sólo números.
Los números son abstractos. No se pueden tocar, no se pueden comer. No se pueden amar. Pero ellos no se dan cuenta. Gente estúpida.

Usan un reloj-despertador chiquito de plástico, con un chillido espantoso. A ellos les gusta. Lo usan todos los días.
Y entonces se levantan y toman una mierda de agua marrón con gusto a barro. A veces lo acompañan con un pedazo de pan duro. No sé cómo les puede gustar eso.
Temprano. Son gente que no sabe disfrutar de los pequeños momentos que ofrece el día. Se levantan temprano, cuando todavía es de noche. Gente idiota.
Y se van. Tienen la manía de viajar una hora diez apretados como ganado en ese tren, mezclando por el camino los olores del sudor, del alcohol, del cigarrillo barato. Del pegamento. Los niños aspiran esa mierda de pegamento, en vez de ir a la escuela y aspirar cocaína.
Gente enferma.
Y después llegan, corren, levantan, bajan, suben, sudan, sufren. Les encanta sufrir. Dicen bueno señora, sí señor, y reciben gritos, y más gritos. Y agachan la cabeza. Les gusta que les griten. Encuentran en ello un placer sexual, o algo.

A veces piden más, y no les dan. Para qué quieren más, no les alcanza con lo que tienen. No se dan cuenta que son sólo números. Números en un papel. Gente necia.
Y cuando se hace de noche se vuelven a tomar el mismo tren, como si no les alcanzara con tomárselo una vez al día. Los ojos inyectados en sangre por el trabajo, por el vino en cartón, por los cigarillos baratos, por el pegamento, por el cansancio. Ni un poquito de maquillaje.
Abren la puerta y ven una mujer fea, demasiado flaca, que les pide dinero que ellos no tienen. No sé para qué quieren dinero. No se dan cuenta que son sólo números, números en un papel.

No, no se dan cuenta, son tontos.
Y hay chicos. Varios. De distintos tamaños, todos iguales. La cara sucia, el pelo mal cortado. No conocen nada mejor. No les interesa. Comen eso que la mujer preparó un rato antes sobre el tacho con fuego al que van agregando pedazos de cartón para que no se apague. Unos pedazos de papa y de zanahoria en estado de putrefacción hervidos en un caldo aguachento y algo más que no sé qué es, creo que ellos tampoco lo saben. Cómo les puede gustar eso. Lo devoran haciendo ruido con la cuchara, ruido con la boca. Gente ignorante.
Y toman más vino de cartón. Y se van a dormir en esos colchones gastados, tres niños por colchón.
Y llueve y las goteras por los agujeros del techo de chapa.
Y tienen sueños de mierda, no sé cómo pueden vivir así.
Y al día siguiente lo mismo (les encanta).
El mismo reloj-despertador, la misma mierda de agua marrón con gusto a barro (hoy no hay pan). El mismo tren, los mismos olores. La misma señora y el mismo señor. Los mismos gritos.
Corren, levantan, bajan, suben, sudan, y la pala en la cabeza de la señora. Sufren, sudan, suben, bajan, levantan, y el martillo en la cabeza del señor. Abren la cajafuerte del señor, saquean la casa de la señora.
Y huyen.
Y lloran, porque entonces entienden. Entienden que son sólo números.
Gente miserable.

2 comments:

Unknown said...

Como quien no quiere la cosa llegué al blog de Chaia. Este cuento ya lo había comentado en su momento en el foro, pero no puedo dejar de comentarlo acá. Sabés que fue uno de mis favoritos del torneo, cada vez que lo leo me da escalofríos.
Siga publicando que por aquí tiene una lectora asegurada.
Besotes.

Chaia said...

Eh, mi primera comentarista!!! Qué alegría!!! (y qué coraje, jajaja).
Es un honor para mí tenerla por aquí... se la estaba extrañando!
Así que pase cuando quiera no más, que vamos a estar todas muy contentas :)