Saturday, September 15, 2007

Desde el Sur

Qué sé yo, no sé cómo explicártelo, si supiera me resultaría todo mucho más fácil, no te parece?

Quizás este silencio tenga algo que ver con lo que siento, esta tarde gris, silenciosa y áspera... Sí, ya sé que recién es mediodía, algo de lucidez todavía tengo a pesar de mi edad. Pero es que después de todo mediodía siempre llega irremediablemente la tarde, y no me preguntes cómo, pero yo ya sé que esta tarde en especial será de color gris; hay otras que son celestes y hasta verde botella, pero ésta será gris. Es que cuando uno llega a viejo, empieza a ver las cosas con premeditación, es algo que aprenderás con el correr de los años. Y con premeditación uno se va alegrando o entristeciendo por las cosas que van a pasar, mucho antes de que sucedan.

Debe ser este silencio tan profundo, en el que sólo se escucha el ruido de la heladera, que también está vieja y ya no ruge de placer como en otras épocas, sino que se limita a rumiar pensativa (quién sabe cuántas nostalgias revivirá, la pobre) y las voces de algunos pibes que por fin salen a jugar, a comunicarse. El resto es pura soledad, y ese gustito a encuentro desencontrado, a desencuentro encontrado... Vos me entendés.

Trato de recordar el último café que compartí con cada uno de ustedes, y no consigo. Y entonces me doy cuenta de que es una suerte no poder recordarlo, porque eso significa que fueron tantos...
El caminito que nos lleva del uno al otro es tan impredecible, tan sutil y tenue, que cuando se borra por una brisa cualquiera, uno ya se pierde y no sabe cómo volver. Y lo peor es que esos frágiles caminitos, tan insignificantes e incluso invisibles para los demás, son para mí lo único que realmente vale la pena, la única razón para seguir palpitando (por ese palpitar)... Caminitos que cuando no están, se convierten en kilómetros y kilómetros de aire, imposibles de atravesar sin naufragar en el intento, una y otra vez...

Ellos allá, en el norte, pretendiendo ganar cada batalla. Nosotros aquí, en el sur de todo, calladitos, porque al sur siempre se lo tiene como olvidado...

Pero no por nada alguien dijo alguna vez que "el sur también existe", che. Y no por nada ese alguien era un poeta. Sin ir más lejos, para darte un ejemplo, la mujer que me alberga, bien podría abandonarme un día cualquiera, pisotearme y dejarme tirado en el cordón de la vereda, desangrado. Y después, claro, conseguirse otro, más joven y con más facha. Porque al fin y al cabo cuánto mide un corazón, cinco, diez centímetros de diámetro? Cuánto costará uno nuevo, dos, tres pesos? cinco, como mucho?? Y sin embargo, yo todavía no me puedo explicar por qué es que no lo hace, esta simpática y misteriosa mujercita.

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